
Disculpad pero llevo un buen rato riéndome al recordar la palabra gamofobia, no había otro nombre donde el gamo fuera parte de una palabra, y no me extraña, quizás para salir corriendo en dirección contraria por el miedo al matrimonio.
La verdad es que ponemos nombre a todo, y ahora salir huyendo del matrimonio por lo visto afecta sólo a los hombres o el tanto por ciento es mayor en ellos. ¡Por favor!, metednos a nosotras también, que el anillo aprieta muchas veces. Supongo que las cifras aumentan hacia el lado masculino porque siempre se ha tenido la idea de que somos nosotras las que queremos casarnos, aunque no olvidemos que durante muchos siglos estábamos obligadas, luego pasamos a tener voz y voto, ser independientes y disfrutar sin casarse. Además, una vez que lo has probado y ves que no ha funcionado, lo lógico es no repetir (aunque ese es otro tema), no somos caballos y tropezamos más de los que nos gustaría, incluso con la misma persona, manda narices.

Cuántos miedos tenemos, al matrimonio, a que por culpa de los papeles se acabe o a perderlos por alguien que no esté a la altura de lo que queremos, y así podríamos llenar folios y folios. Reconozco que yo estuve casada, y desde luego no era la persona, pero si no pruebas, no lo sabes.
Luego están los que llevan 8 años juntos y se rompe, porque estoy convencida que el 8 es la pauta para: o se dan más pasos en la relación o ésto se va a la mierda. Y os aseguro que son más casos los que se van a tomar viento que los que siguen. Luego están a los que les va la marcha y se casan varias veces, no una ni dos, más, y yo estuve en la última boda. A ver si es verdad que a la última va la vencida, porque mi amiga empieza a ser una ruina para mi bolsillo con tanto bodorrio. A lo mejor lo suyo tiene alguna definición, pero la desconozco .
Ahora no me volvería a casar, pero sí haría una fiesta celta, pagana y divertida donde los amigos tendrían el papel más importante. Sería menos clásica y más atrevida, no sé si son por los años o porque me gusta lo diferente, aunque he de reconocer que tengo mi lado clásico o de protocolo.
No sé si en mi caso en vez de gamofobia es lincefobia, liebrefobia, no lo sé, pero no lo diré muy alto no vaya a ser que repita y ya la hemos liado.

Ay el matrimonio, cómo ha cambiado la película, antes todas las mujeres esperando ese momento y ahora muchas de ellas rezando para que la otra parte por fin de el paso de dejar a la mujer y así no ser la otra. O muchas casadas echando la canita al aire y mantener un equilibrio entre lo correcto y seguro y lo emocionante y la vidilla, o al revés, que no somos tan diferentes.
Cierto es que siempre los hombres han tenido más libertad, pero también conozco a quienes les hace ilusión pasar por el altar e incluso no catarse hasta después. Algo muy respetable, pero que nos choca en este siglo. Sea cual sea tu postura (y aquí cada cual que piense en lo que quiera), disfrútala, con o sin matrimonio, porque si no es así, sal corriendo aunque no seas gamofóbico y corras como un animal salvaje.
Si (te)corres o haces que otra persona (se)corra que sea porque se disfruta, las fobias para otros temas y la responsabilidad con uno mismo en primer lugar. Nada como respetar lo que tú crees para que todo salga mejor. Nunca seas el otro o la otra, porque entonces es que la otra persona no te aprecia y éso que se pierde.
Muchos dicen que cuando uno se casa el sexo muere o va agonizando hasta que brilla por su ausencia, quizás doña Rutina y doña Ponle Ganas tienen algo que ver. Sea cual sea tu situación, corre pero de placer. Hasta el próximo miércoles y mil gracias por los mensajes que recibo para que sean publicados en el libro de forma anónima.
G & G