
Nunca había tenido un encuentro así, donde las ganas lo eran todo, ganas de disfrutar de un vino, de conocer a esa persona, de verla, tocarla, abrazarla y dejarme llevar. Quizás suene atrevido, pero mi cuerpo necesitaba locura, de las que te hacen sentir vivo, locura sana, sin saber el destino, y que a veces asusta. Pero decidí no pensar, no poner límites, para qué, ya nos los ponemos muy a menudo, es hora de dejar de reprocharnos y sí de vivir. Vivir, qué gran palabra.
Un encuentro entre dos desconocidos, en una ciudad cualquiera, donde las risas y el vino fueron nuestros acompañantes para acabar en el hotel sudando, nerviosos, pero sin ningún tipo de tabú, como si en otra vida nos hubiéramos conocido, complicidad, ganas, sin sentir vergüenza de ningún tipo pese a los nervios y simplemente, dejándonos llevar.

Finalmente, Morfeo nos abrazó, supongo que para recuperar las fuerzas tras terminar húmedos, extasiados y agotados, descubriendo nuestros cuerpos, buscando el placer en cada rincón, todo ello con el acompañamiento de miradas cómplices, sin importar la hora, simplemente, dejándonos llevar terminar exhaustos.
No quería abrir los ojos, no quería que éso terminara nunca, mientras notaba su respiración, sus caricias, su roce… nuestros cuerpos de nuevo se activaron, querían sexo, no querían parar, no importaba nada, éramos dos personas disfrutando el momento, sin barreras y sin saber qué pasaría después, pero no nos importaba, sólo existíamos nosotros.
De nuevo el sudor invadió nuestros cuerpos mientras nos movíamos buscando el placer, jugando, riéndonos, abrazándonos… mientras el día despertaba e iluminaba la habitación. Lo que era un amanecer, también era una despedida a ese día, a esa noche, a esa locura. Él entre mis piernas, con su lengua haciéndome llegar al orgasmo mientras sus manos acariciaban mi pecho, para luego besarlos y sentirle dentro, clavándose una y otra vez, sin poder resistirme a tanto placer, reuniendo fuerzas para sentarme sobre él y clavarme aún más, sentirle mientras movía mis caderas, mirándole y excitándome aún más con su mirada.

Y sí, terminamos una y otra vez, disfrutando de nosotros, de nuestra complicidad, pero no quería despertar de ese sueño, así que volví a cerrar los ojos mientras la habitación se iba iluminando lentamente. Quizás, sólo quizás, vuelva a repetirse ese sueño, volvamos a ser nosotros, volvamos a disfrutar de la locura que nos da la vida. Quizás la vida nos vuelva a sorprender.
Lo que está claro es que las limitaciones las pone nuestra cabeza, y sin limites, todo se disfruta de otra forma y mucho más. Así que abro de nuevo los ojos, deseando más sueños de los que nos hacen sudar, de los que no saben de barreras, de los que quizás algún día, sean reales, porque la complicidad en el sexo, dice mucho.
Así que ya me dirás qué te pone a ti, sí, a ti, que me has leído, que has soñado, que has imaginado… y que te gustarían tantas cosas.
Como siempre, un placer, (detrás de otro, en este caso). Hasta el miércoles, deseando leeros para responder.
G & G